Autor: Antonio Pérez Carmona
Después de conquistar Europa y convertirse en símbolo de la gloria de Francia, su caída posterior ofrece lecciones al directivo moderno.
Los ejecutivos estudian desde hace tiempo a los grandes líderes militares y sus campañas en busca de las base de un liderazgo efectivo. Si Alejandro Magno, Gengis Kan y Enrique V, protagonizan los anales de la historia militar junto a Sun Tzu y su Arte de la guerra, un nombre que invariablemente les acompaña es el de Napoleón.
A diferencia de la mayoría de los otros, Napoleón no nació en la púrpura, careciendo de recursos o fortuna que le ayudasen a alcanzar la gloria. Surgió en la pequeña isla de Córcega, recién anexionada a Francia, para convertirse en el símbolo del poderío y la gloria de Francia. Sólo contaba con su propio talento. Y contra todo pronóstico ascendió hasta la cumbre. Este artículo analiza el estilo de liderazgo de Napoleón –en la derrota tanto como en la victoria- y extrae lecciones útiles para quienes se encuentran en la vanguardia de los negocios.
Como todo ser que se sale de la rutina, fue reverenciado o despreciado, dos hechos son indiscutibles: Napoleón fue un brillante estratega y un líder sin par. Revolucionó la estrategia militar en dos sentidos. En primer lugar, rompió la tradición militar y formó unidades –corps d’armée- de 10.000 a 30.000 hombres que formaban ejércitos de infantería, artillería en miniatura.
Los corps, que entraron en acción en la campaña de Lodi y resultaron cruciales en Marengo y Austerlitz, se dispersaban en posiciones de apoyo mutuo conducidos por un general con órdenes claras de Napoleón, pero con la flexibilidad suficiente para responder a las necesidades de la batalla. Actuando bajo la máxima napoleónica de “marchar divididos y luchar unidos”, la flexibilidad y el dinamismo de los corps les permitían reconfigurarse en cientos de combinaciones según las circunstancias bélicas.
En segundo lugar, Napoleón hizo del tiempo –y no sólo la fuerza- una formidable arma estratégica. Desde sus primeras campañas en Italia en 1.796 hasta Waterloo en 1815, movía rápidamente a sus hombres hasta alcanzar la posición óptima. En la batalla de Austerlitz sus tropas recorrieron casi 150 kilómetros en 48 horas, superando a sus oponentes en velocidad, factor sorpresa y flexibilidad. Como decía Napoleón: “He destruido al enemigo sencillamente con marchas”.
Pero el genio estratégico y el fuerte liderazgo no bastaron para salvar a Napoleón. En 1815 fue privado del poder y exiliado en Santa Elena con un puñado de sirvientes y una mísera pensión. ¿Qué salió mal? ¿Cómo pudo caer tan deprisa un hombre con las aptitudes y el genio suficientes para surgir de la nada y conquistar Europa? ¿Por qué, tras semejante ascenso meteórico en las batallas de Lodi, Austerlitz y Marengo, fracasar tan estrepitosamente en Rusia Y Waterloo?
No cambió de estrategia. Los historiadores militares coinciden en que siguió usando sus corps d’armée y confiando en la rapidez de sus tropas a lo largo de toda su carrera. Pero sí cambió una dimensión importante, aunque a menudo descuidada, de su estilo de liderazgo. Aunque la habilidad estratégica y la personalidad grandiosa de Napoleón se mantuvieron constantes, un cambio en la calidad de sus relaciones con sus generales y mariscales presagió el declive. Y esto proporciona profundas lecciones para el moderno líder empresarial.
Primeras victorias
Si nos fijamos en las primeras batallas de Napoleón, veremos que su relación con sus hombres estaba definida por la apertura, la estrecha interacción y el intercambio. Empezando por su primera campaña importante en 1796 en Lodi –donde dirigió unas tropas mal equipadas bajo el fuego de la artillería y a través de un puente en llamas, hasta la victoria sobre un ejército austriaco superior. Napoleón se revelaría como un maestro en el arte de sacar lo mejor de sus hombres a pesar de sus limitados recursos y su nulo prestigio.
Napoleón era partidario de hacer al último de sus soldados partícipe de su estrategia y de especificar claramente lo que exigía de ellos. Trataba a los soldados con enorme respeto por la importancia de su contribución. En vísperas de la batalla de Austerlitz en 1805, Napoleón cabalgó más de 45 kilómetros arriba y abajo para supervisar a todos sus hombres, reventando caballos y agotando a su estado mayor mientras comunicaba a sus tropas el plan de la batalla para el día siguiente. Antoine-Henri Jomini, historiados militar austriaco, comenta que fue la primera vez en la historia que un líder revelaba su plan de batalla al ejército entero. Bonaparte conocía las necesidades y lo esencial que era su compromiso para la victoria en Austerlitz. Haciendo a sus hombres confidentes de sus intenciones elevaba la moral de éstos, les proporcionaba un plan claro y literalmente ganaba media batalla antes de iniciarla.
Napoleón explicaba todo a sus soldados, desde el propósito de cada campaña y su relevancia para Francia hasta la razón de emplear determinadas tácticas. Esto último queda especialmente de manifiesto en el comentario de un soldado de infantería sobre cómo usaba Napoleón el tiempo contra el enemigo: “Ha encontrado un nuevo modo de hacer la guerra: se sirve de nuestras piernas más que de nuestras bayonetas”. En vísperas de una batalla, Napoleón dormía con frecuencia en el campo de batalla entre sus soldados. Comprendía la ventaja de confraternizar con sus oficiales y le gustaba explicar y discutir sus planes estratégicos con ellos, escuchando sus consejos.
Comunicaba claramente las recompensas de la victoria a sus soldados. “Os conduciré a las llanuras más fértiles de la tierra. Ricas provincias, ciudades opulentas, todo está a vuestra disposición; allí encontraréis honor, gloria y riquezas”: Y, sin embargo, no fomentaba las falsas esperanzas: “Soldados, no os engañéis”, decía. “No habéis logrado nada… hay batallas que librar, ciudades que tomar, ríos que cruzar…” Y con eso sus soldados cruzaban puentes y se enfrentaban a los cañones por su líder.
Continuará……
Las sugerencias serán bien recibidas y atendidas, con la premura que requiera la importancia de las mismas, contactando a través del correo electrónico: carmona.apc@gmail.com
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