Autor: Antonio Pérez Carmona
Ante el aburrimiento que les abate, muchos veteranos se tomarían un año sabático con tal de romper con la rutina.
La crisis de la madurez también se cuela en los despachos. Después de años y años al pie del cañón, el desinterés y la apatía pueden cebarse en muchos veteranos que de buena gana se tomarían un año sabático con tal de romper con su rutina. Algunas veces la desmotivación conduce, incluso, al abandono del trabajo. Pero ¿acaso hace falta irse para dejar de aportar algo al puesto? La respuesta es no.
Y por eso, porque la falta de motivación no sólo merma la salud del empleado sino que afecta a la productividad de su empresa, ésta debe asumir un reto: la necesaria retención y motivación de sus profesionales.
Pero, ¿cuáles pueden ser las causas de la crisis a partir de los cuarenta? La experta en gestión del talento Pilar Jericó afirma que pueden ser muchas, pero se atreve a señalar unas cuantas: “Toparte con techos que te impidan ascender; el miedo a no poder encontrar otro trabajo –el miedo, muchas veces, te paraliza y te hace tener una actitud más conformista_, y no ver sentido a lo que uno hace- “¿Para qué vengo aquí todos los días?, se preguntarán algunos_. Y si el motor de algunas carreras ha sido lograr cosas, a lo mejor se han conseguido tantas que eso ya no motiva”.
Porque ni todos los colectivos ni todas las categorías profesionales son susceptibles al mismo tipo de motivación. De hecho, la psicología maneja una clasificación de factores de motivación que divide éstos en extrínsecos o higiénicos, intrínsecos y trascendentes. Entre los primeros estarían el sueldo, el horario, el lugar de trabajo y la seguridad laboral. Una vez que estas condiciones extrínsecas están cubiertas, comos más sensibles a las intrínsecas, que agrupan el acceso a la formación, la capacidad para desarrollar las aptitudes intelectuales y las destrezas ocupacionales, la posibilidad de desarrollar nuestra carrera profesional o de conciliar la vocación con el quehacer diario. Con ellas se procura la realización personal en el puesto de trabajo. Un paso más allá se sitúa la motivación trascendental. Este nivel incluye el bien público que podemos hacer a la sociedad, factores culturales, relevancia social…
Por tanto, el sueldo o la seguridad en el trabajo serían factores higiénicos, es decir, importantes para alcanzar cierto grado de satisfacción, pero no de motivación, que es lo que mueve al compromiso.
Y si hay un factor que influye en todos los empleados, sea cual sea su categoría profesional, es el jefe. En este sentido, Pilar Jericó, autora del éxito de ventas No Miedo, da una serie de consejos a los jefes para que mantengan alta la moral de su equipo. “En primer lugar, hay que marcar unos objetivos claros, para que el colaborador sepa muy bien en todo momento qué se la va a pedir; también hay que hacerle sentir importante y, sobretodo a partir de cierta edad, útil”.
Asimismo, Jericó asegura que la mayor fuente de motivación de los profesionales es sentirse realizados, por eso anima a los mayores de cuarenta a cambiar de empresa sí así lo desean y a liberarse de esos miedos tan nocivos y paralizantes.
UN POCO DE HISTORIA
Hasta los años treinta del siglo XX, el concepto motivación no fue incorporado a los modelos de organización empresarial. Fue después de que Elton Mayo descubriera que un turno de trabajadoras de una misma fábrica obtenía siempre más productividad que otras, a pesar de tener peores condiciones: luz, temperatura… Al final, llegó a la conclusión de que sus resultados se debían a la valoración que hacía de su trabajo la jefa de turno.
Mayo, fundador de la Escuela de las Relaciones Humanas en Estados Unidos, postuló así que lo más importantes es la actitud ante el trabajo, y que el sueldo no es lo único que motiva al trabajador, sino que hay otros factores, como la integración de un grupo, sumamente necesarios.
Las sugerencias serán bien recibidas y atendidas, con la premura que requiera la importancia de las mismas, contactando a través del correo electrónico: carmona.apc@gmail.com
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