Antonio Pérez Carmona
NO SE COMO LLAMAR
Un soplo de aire, una brizna de esperanza, un pellizco de amor, eso es lo que sentido esta mañana, os cuento, he decidido tomar un café sobre las nueve, en un conocido café de una céntrica calle. La calle es estrecha y el paso de peatones continuo y observo que en la acera de enfrente, ha llegado un joven, deja la mochila en el suelo y con cierto titubeo y algo de timidez, extiende la mano y balbucea “me pueden ayudar, necesito comer, no tengo trabajo”, la gente pasa y actúan de dos maneras, una no presta atención, la otra lo miran con desprecio y mascullan, seguramente será para alcohol o droga. (No he dicho que el joven, perfectamente aseado, tiene algún piercing en la cara y los brazos tatuados).
Los minutos pasan y la cara del “pedigüeño” es de suma impotencia y frustración, se acerca un señor mayor, y le propone desayunar con él, se sientan a mi lado y escucho la siguiente conversación. “¿Cómo has llegado a esta situación”? “Se te ve educado y limpio” “¿Cuántos años tienes”? “¿De dónde eres”?, todas estas preguntas hechas desde el cariño y la solidaridad, el joven responde que tiene 23 años, que es catalán, que por problemas familiares y coincidiendo que perdió su trabajo de panadero después de algunos años por la crisis, decidió probar fortuna en Andalucía, recorrió algunas ciudades con distinta fortuna, siempre trabajando en periodos cortos, actualmente vive en Algeciras, donde alguien que no conocía le ha proporcionado albergue en una casa que tenía vacía y hasta que algún día pueda pagarle un alquiler.
Se levanta todas las mañanas a las siete y se dirige al puerto, donde muchas veces encuentra faena, descargando contenedores, la mayoría de las veces a través de empresas ett, pero no siempre hay suerte y ayer por primera vez decidió trasladarse a La Línea y probar en Gibraltar. La suerte sigue esquiva y hoy con más vergüenza que otra cosa se ha atrevido a pedir ayuda.
El señor mayor le ha pagado el desayuno, le ha dado diez euros y le ha dado una serie de consejos, “no bajes los brazos, mantente en buena forma física, acepta cualquier trabajo aunque no se parezca a lo que conoces y te gusta, contacta con los tuyos y piensa que has decidido visitar una de las tierras con más solidaridad que hay en España, gente como yo encontrarás mucha, siempre que pagues con respeto”.
Se han despedido y no he tenido más remedio que saludar a nuestro paisano y darle las gracias y enhorabuena por su comportamiento.
Después me he quedado pensando «cuantos de nuestros jóvenes, que se han visto obligados a emigrar, no se encontrarán en situaciones parecidas» «Tenemos que ser mejores» Esa ayuda que damos hoy, seguro que algún día repercutirá en nosotros de alguna manera.
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