fondo

Antonio Pérez Carmona

UNA HISTORIA DE APC

Principio de 1930, vivo en un suburbio obrero de Londres, no me gustan las noches del barrio, un día la niebla y la mayoría lloviendo, calles sin asfaltar se convierten en lodazales.

Desde mi ventana, un tercer piso, me asomo muchas madrugadas en las que me cuesta conciliar el sueño. Conozco las costumbres de casi todos los vecinos, siempre he sido un curioso de la gente, mis opiniones sobre los mismos quedan para mi, pero muchos me sorprenden por sus costumbres que cumplen de una manera metódica

Enfrente, en una casa baja, algo destartalada, viven dos ancianos que rondan los noventa años, muy temprano cada mañana, salen a pasear, ella en un carrito y él siempre solícito lo empuja.

Todo en la pareja parece idílico, desde hace un par de semanas no les veo salir, pienso que estarán fuera por algún motivo.

Estoy sentado en mi mecedora una madrugada más, cierto que de vez en cuando doy alguna cabezada y me llama la atención que del garaje de la casa de los ancianos, sale un viejo coche, se apea mi vecino, deja el maletero abierto, entra en casa y vuelve a salir con tres bolsas negras, grandes de basura, me inquietan sus movimientos, no pierdo detalle de lo que hace, pasan por mi cabeza pensamientos tétricos.

Se ha marchado y una historia negra empiezo a fraguar, no se habían ido, en las bolsas negras lleva el cadáver descuartizado de la mujer, inválida ya le estorbaba, he sido un cobarde y no he bajado a detenerlo y avisar a la policía. El aspecto bonachón del abuelo escondía un psicópata.

Ha pasado una hora y ha vuelto, encierra el coche y su forma de proceder es como si no hubiera pasado nada, estoy preocupado, inquieto, no he actuado como debiera y llamo a la policía, seguramente ésta me dirá que por qué he tardado tanto, en fin, muchas dudas me aturden y por fin me decido.

Una voz grave al otro lado del teléfono, la operadora de la policía me pregunta qué problema tengo, quién soy, desde dónde llamo, cada vez más nervioso ante el interrogatorio le explico lo que he visto.

La operadora con una voz ya más suave, me dice que no lea tantas novelas policiacas, y continua, George, que es como se llama el anciano, junto con sus hijos han decidido ingresar a su esposa en una residencia para personas con alzheimer,  ha pedido permiso para ir deshaciéndose de ropa y trastos viejos y tirarlos a un punto cercano de tratamiento de residuos, quiere hacerlo a primera hora de la mañana para evitar comentarios de los vecinos, no quiere ayuda, son recuerdos y quiere él solo seleccionarlos y depositarlos en ese punto.

No se asuste o preocupe si de vez en cuando lo ve sacando más bolsas.

Moraleja:

“No siempre, todo es lo que parece”

Deja un comentario

Back to Top