Autor: Antonio Pérez Carmona
Perseverancia y convicción, sencillez ante los resultados y modestia y satisfacción tranquila ante el éxito definen la excelencia de un buen directivo.
En una búsqueda reciente, entrevistamos a un joven directivo para el puesto de director general en una empresa del mundo de la consultoría. La posición era muy atractiva y desafiante, y era necesario tener experiencia de éxito contrastada en un puesto análogo dentro de una compañía del sector. Aunque sobre el papel parecía algo junior para el proyecto, el candidato era, en principio, interesante, pues había desempeñado funciones similares en otras firmas del sector. Eso sí, más pequeñas que la del puesto en cuestión.
Al profundizar en su carrera durante la entrevista, empezamos a descubrir que sus aportaciones en cada una de las empresas por las que había pesado eran más sólidas y valiosas de lo que pensábamos y de lo que él mismo nos describía.Lo hacía con sencillez y de forma un tanto inocente, casi sin darle importancia.
Cuando se le preguntó por los que él consideraba sus principales logros en su carrera, se quedó un rato pensativo, para, a continuación, decirnos: “La verdad es que no lo había pensado mucho, pero analizando mi vida profesional, en primer lugar, yo creo he dejado huella en todos los sitios donde he trabajado. A mi salida de cada empresa, las cosas eran distintas de cómo lo eran a la entrada y habían cambiado claramente a mejor. Además, yo salí enriquecido de cada una, dejando equipos que continuaron mi labor”.
Lo que nos parecía una excesiva rotación en tres o cuatro empresas, con períodos de dos o tres años en cada una, resultó que eran todas del mismo grupo. El presidente y el consejo le habían ido ubicando, como un autentico comodín impulsor de proyectos, filiales con crisis y dificultados, como un solucionador de problemas. Siendo gerente en una de ellas, aceptó de buen grado pasar a otra de menor envergadura e importancia hasta hacerla despegar. Era persona que servía al puesto y a la empresa mucho más que servirse de ellos.
En segundo lugar, casi como descubriéndolo él mismo, con igual sencillez, comentó que, aunque siempre había respondido a lo que se esperaba de él, lo mejor que había aportado en cada caso eran decisiones y acciones de su propia iniciativa, que no correspondían, por decirlo así, a las expectativas oficiales.
Además, consideraba que en su carrera había tenido mucha suerte, pues, sin tener nada planificado, en cada etapa había podido aportar y aprender, y consolidad y dejar el proyecto prácticamente en marcha, antes de ser llamado al siguiente, donde, por fortuna, había podido aprovechar y capitalizar, no copiar, las experiencias anteriores. Él era hombre de proyectos y sus superiores lo habían sabido aprovechar muy bien, en beneficio de todos.
Se trata de una persona que describía con naturalidad, y hasta humildad, sus indudables contribuciones y excelencias. Su mensaje implícito era de perseverancia y convicción en llevar a cabo la tarea, sencillez espartana ante la culminación y los resultados y, al final, modestia y satisfacción tranquila, sin arrogancia, tras el éxito.
Su nivel salarial era relativamente bajo, pues apenas había cambiado de empresa, salvo en las diferentes del grupo. Personalmente, sin ser nada presuntuoso, tenía la sensación de que, habiendo tenido dudas sobre qué carrera elegir, pensaba que podía haber sido lo mismo un buen médico que arquitecto o abogado (era economista), pues todas las tareas que abordaba trataba de hacerlas lo mejor posible, hincaba los codos, entraba a fondo en los temas y era muy perseverante, no abandonaba fácilmente. De joven había trabajado como monitor de tenis, también con éxito, y así podía haberse ganado la vida; pero, aun sin ser muy ambicioso, aquello no le ofrecía el horizonte de carrera que él buscaba.
Claramente, a pesar de su juventud, presentamos su candidatura. Sin embargo, la vida, y también las grandes organizaciones, están llenas de desamores o, al menos, de amores no correspondidos. A pesar de su experiencia internacional y buen dominio de idiomas, no fue el candidato elegido. Era, no obstante, un profesional que, mucho más modesto que arrogante, sin darse apenas importancia que tienen los directivos con carreras de éxito. En este caso cometimos el error de no buscarle un puesto en la compañía, era un mirlo blanco.
Las sugerencias serán bien recibidas y atendidas, con la premura que requiera la importancia de las mismas, contactando a través del correo electrónico: carmona.apc@gmail.com
Deja un comentario