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Antonio Pérez Carmona

Morir de éxito

Autor: Antonio Pérez Carmona

Es comprensible que a un empresario que le va bien el negocio, no quiera embarcarse en cambios o reingenierías, sin embargo soy de esos que están convencidos que cuando el mar está en calma es cuando hay que aprovechar y revisar el barco en profundidad.

Durante la travesía se puede encontrar con múltiples y  variados imprevistos causados por la meteorología: mar en calma, lluvia, marejadas, viento, etc.

El capitán decide el rumbo y la velocidad e inicia la travesía, se esperan jornadas tranquilas y para ello se cuenta con una tripulación experimentada y motivada.

En este tiempo de bonanza suceden esos inconvenientes, cuando de pronto se descuelga una vela, quiebra un mástil o entra agua por un agujero que se ha abierto en el casco. Se reclama calma, el capitán se hace cargo de la situación y los expertos del barco intentan comprender los motivos del accidente y lo arreglan muchas veces no de la mejor manera, por la urgencia e importancia de la avería, mientras, el barco sigue navegando aunque corriendo el riesgo de naufragar si la situación no se vuelve a la normalidad.

Los expertos empiezan a echar de menos, algunos cambios que se comentaron para desarrollar procedimientos en planes de contingencia, que muchas veces se hablaron pero que nunca se pensó hicieran falta.

Alguien de la tripulación advirtió de la importancia de la innovación en algunos procesos en el mantenimiento de la nave, nunca fue escuchado y tampoco se tuvo en cuenta el deterioro que se produce con los años y un entorno a veces hostil.

¿Quién es el culpable de la situación? ¿El empresario que está a punto de morir de éxito, sus “palmeros” que no quieren desairarlo, los empleados que trabajan a diario en la cancha y no avisan de la falta de calidad que se está produciendo?

Os estáis dando cuenta que una empresa es como un barco, el empresario o capitán, el devenir de la empresa, la travesía y el resto de la marinería, los empleados.

El temporal, los malos vientos, la marejada es la competencia; la innovación, la formación continua es la tripulación formada y motivada es decir los empleados.

El barco como las empresas tienen clientes que quieren que sus servicios o productos sean llevados a cabo con calidad, prontitud y buen precio.

El problema puede agravarse si al capitán le puede el estrés, sus mandos no confían en él y si los marineros llegan al desaliento y a la desmotivación.

La actividad empresarial está en cambio constante y sujeta a riesgos, algunos previsibles y otros no. Los clientes son los que marcan la ruta, vigilar lo que está ocurriendo y saber a qué se debe, ayuda a prever sin duda, a anticiparse a muchos problemas que se van manifestando sin que nadie se de cuenta que el boquete se ha producido en el casco y no lo hemos detectado El mar no descansa.

Atar la vela a un mástil distinto al suyo impide al barco dar su máximo rendimiento; un fuerte golpe de viento puede partirlo. Lo mejor para prevenir daños mayores: es no morir de éxito.

De que vale un buen buque, si no sabemos a dónde nos dirigimos.

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