En nuestra vida cotidiana, queramos o no, nos guste o no, siempre estamos en constante cambio, tu cuerpo, tus amigos, tu entorno, tus estudios, tu trabajo, tu familia, tu devenir por la vida, etc., lo mismo pasa en las empresas.
El cambio significa innovación, todo lo que compone la compañía cambia, productos y servicios, procesos, tecnología, empleados y sobre todo la evolución de la competencia, por ello es indispensable los cambios.
Si no queremos que el cliente (lo más importante para la empresa) cambie de proveedor, tenemos que estar al tanto de sus necesidades y prioridades, invirtamos persiguiendo la mejora de nuestras actuaciones.
Cambiar por cambiar no es lo que buscamos, para ello debemos conocer nuestras debilidades con respecto al mercado y convertirlas en fortalezas, a través de una formación ad hoc, prioricemos y ajustemos nuestros calendarios de cambio.
Nuestros cambios deben contar con la suficiente publicidad a través de una comunicación efectiva, clara, dirigida al cliente.
Los cambios hay que “venderlos” al personal y éste tiene que comprarlos, su creatividad será esencial, la totalidad de la estructura de la compañía será formada e informada con todo lujo de detalles, cuidando mucho la confidencialidad, de lo que estamos tramando.
Reforcemos las capacidades de facilitación, de gestión, de delegación, de escucha, de comunicación y de diversificación de quienes están dirigiendo el proyecto. Tenemos que estudiar y llevar a cabo una medida clave de rendimiento para todos los empleados.
La planificación sin la ejecución no vale, debemos desarrollar un plan de acción detallado y documentado. Debe especificar todas las acciones importantes, incluidos los cambios en los procesos, los sistemas, el personal, la cultura y estructura organizativa, el entorno físico, la comunicación y las necesidades de formación.
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