Autor: Antonio Pérez Carmona
Como reclutador de una empresa y desde el departamento de Recursos Humanos, éste debe contar para ese puesto con ese profesional que además de conocimientos de sociología y psicología, debe poseer una alta capacidad de inteligencia emocional.
Hoy, los mejores trabajadores de una empresa, no son aquellos con el mejor curriculum o una mayor productividad, obviamente importantes, pero prima ser buena persona y por ende buen compañero. Las empresas están formadas por equipos de personas y éstas dirigidas por líderes. El clima laboral se forma como consecuencia de los comportamientos de los empleados, y si se logra un buen ambiente, la calidad y productividad serán mayores, el absentismo casi inexistente, la atención al cliente exquisita y como consecuencia de todo ello, la rentabilidad de la empresa está asegurada.
En nuestra etapa de selección y más tarde contratación, es vital tener en cuenta esos logros y características; alguien dijo que una mala persona, no puede ser un buen profesional.
Esos dos componentes como la aptitud y la actitud, son los ingredientes principales del empleado con talento, y el segundo más importante que el primero, ya que la aptitud se consigue a través del estudio y la experiencia, la actitud es el comportamiento sin altibajos, en muchos casos producto de sus raíces, de su entorno y muy difícil de encontrar.
Para ello, para contar con los idóneos y no perderlos, las técnicas de reclutamiento son necesarias pero también ser un curioso de la gente, (muchas veces los tiene en casa, desaprovechados) hay que conocer los valores o potenciales valores del mercado, y adelantarnos a la competencia.
En la selección debemos detectar la adaptabilidad del candidato a los cambios, la adaptación a la organización, trabajando duramente en aquellos con vicios adquiridos en sus anteriores empleos, elige candidatos con una personalidad que encaje con la cultura de la compañía.
La importancia, responsabilidad, exigencia del puesto a cubrir, debe llevarnos a un proceso de selección donde intervengan más de un reclutador, la objetividad, la imparcialidad en el proceso debe ser determinante, el sexo del aspirante no debe ser óbice para la contratación.
La entrevista con el candidato es vital, debe empezar en el momento en que se saludan los intervinientes (empleador y aspirante), el apretón de manos, la mirada, el aspecto,la puntualidad, los modales, la forma de sentarse, el léxico y todavía alguien piensa que la entrevista no ha empezado, durante ese tiempo y antes de las preguntas de rigor, el entrevistador se ha ido forjando una imagen del que tiene delante.
Luego vendrán pruebas específicas que nos dirán habilidades y aptitudes, su nivel de inteligencia, habilidad verbal, numérica y mecánica, donde el error humano es poco probable.
No olvidemos las promociones internas, éstas pueden y deben ser frecuentes, si a nuestros empleados se les ha formado debidamente. También los departamentos de RRHH deben tener al día las fichas de estos trabajadores, con aquellos conocimientos que han ido adquiriendo a través de cursos y estudios específicos. Con estas actuaciones, lograremos que nuestra gente confíe en la empresa y en sus líderes y con ello la motivación y las ganas de aprender están aseguradas.
Demos primero la oportunidad, de acceder a un mejor puesto de trabajo a aquellos que forman la plantilla; expongamos y difundamos en los tablones de anuncio, con todo lujo de detalles las características del nuevo puesto y la posibilidad de acceder a él, a todo aquel que esté interesado.
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