Autor: Antonio Pérez Carmona
Estamos en el final de la primera década del siglo XXI y los tiempos que corren, son ciertamente cada vez más difíciles para toda la organización, por un lado, debido a la crisis global y por otro, sobre todo al deterioro en economías como la española donde, hacemos verdaderos ejercicios de supervivencia.
De todos es sabido el papel que asumen las empresas, como protagonistas que les corresponde para contribuir al crecimiento y desarrollo del país, logrando mayor eficiencia y brindando productos y servicios de calidad. Hoy más que nunca parece existir un amplísimo consenso respecto de la urgente necesidad de que las empresas funcionen bien competitivamente.
Los mayores niveles de exigencia de los clientes y consumidores, cada vez más expertos y conocedores de sus derechos, exigen mayor calidad en los productos, prontitud en las entregas, precios razonables y excelencia en la atención. Las organizaciones se ven obligadas a adaptarse a las nuevas estrategias para adaptarse con éxito a la creciente lucha de mercado.
Es precisamente en este entorno, en el que la Calidad Total se proyecta vigorosa y revolucionariamente, como un nuevo sistema de gestión empresarial y factor de primer orden para la competitividad de las empresas. El concepto de calidad, tradicionalmente relacionado con la calidad del producto, se identifica ahora como aplicable a toda la actividad empresarial y a todo tipo de organización.
Las empresas están rediseñando toda su estructura, tanto en el aspecto tecnológico como de competencia, a través de la formación y aprendizaje continuo, con un enfoque claro hacia los clientes y hacerla eficiente para cumplir con sus expectativas y mantenerse al tanto de cómo evolucionan y exigen los mercados.
A pesar de todo, muchas de nuestras empresas, si bien reconocen la importancia de la calidad, no se encuentran suficientemente preparadas, para aceptar los nuevos retos que trae consigo poner en práctica sus principios y técnicas.
Tal vez uno de los principales inconvenientes sea el de carecer de una metodología práctica que les sirva de soporte.
El concepto de calidad es en ocasiones ambiguo, por las diferentes utilizaciones del término. Se dice alegremente, que los productos con un nivel superior de atributos poseen mayor calidad, hablando con conocimiento, podemos afirmar que los atributos del bien son diferentes y que la calidad no radica solo en los atributos propios del producto, sino con el acompañamiento de todo aquello que lo hace mejor, desde el empaquetado, atención al cliente, hasta el precio.
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