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Antonio Pérez Carmona

¿Individuo o grupo? Primera parte

Antonio Pérez Carmona/COPE_AREA.

Autor: Antonio Pérez Carmona

El tema de los grupos tiende a dividir mucho los ánimos de los altos ejecutivos. Hay quienes no creen en absoluto en el esfuerzo conjunto y sostienen que una organización puede funcionar eficientemente a base de relaciones entre parejas. Así, en muchas empresas los comités tienen poco prestigio. La definición de un camello como caballo formulada por un comité refleja una actitud bastante corriente en el ambiente de todas las empresas.
.Hay expertos que sostienen que la actividad de grupo ejerce un efecto agobiador, de aplanamiento, sobre el individuo, le obliga a aceptar todo y coarta la expresión del individualismo, anula la actividad creadora y constituye, en general, una forma obstaculizadora e inhibidora de la actividad humana.

Estos conceptos son contrarios a las realidades de la vida de la organización. Muchas actividades no pueden realizarse, sencillamente, ni muchos problemas resolverse sobre una base individual o en una relación entre dos personas. El problema del grupo frente al individuo no tiene nada de problemático. Hay algunas actividades adecuadas para un individuo, otras para dos y otras para grandes grupos. En las debidas circunstancias, hay ventajas positivas que pueden obtenerse negativas cuando no reconocemos la necesidad de una acción de grupo y queremos solucionar determinados problemas a base de relaciones entre dos personas.
En general, manifestamos una notable ineptitud para realizar cualesquiera objetivos merced a esfuerzos de grupo. Este fenómeno no es inevitable, sino resultado de no entender como es debido los aspectos únicos de la actividad de grupo y de manejarla con torpeza. Reconocemos que tenemos que aprender a funcionar y operar eficientemente en nuestras relaciones individuales con los subordinados. Si no dedicásemos a este aspecto de la actividad ejecutiva más tiempo y atención que el que consagramos a las operaciones de grupo, observaríamos por propia experiencia el mismo bajo nivel de eficacia en ambos casos.

La tesis sostenida de que hemos dado exagerada importancia a los fenómenos de grupo mientras perdíamos la pista de los individuos, está equivocada de medio a medio. El verdadero problema es que hemos prestado tan poca atención al comportamiento de grupo que la gerencia no tiene suficientes conocimientos para crear condiciones propicias al desarrollo e integridad individual en las situaciones de conjunto. El problema consiste en la ignorancia basada en no haber insistido lo suficiente, todo lo contrario de haberle dado demasiada importancia.
Las investigaciones sobre el comportamiento de grupo tardaron bastante en iniciarse. El único problema que interesó durante muchos años casi exclusivamente a los sicólogos en este campo, fue el de si se rendía más trabajo cuando la gente operaba en unión con los demás o por separado. Los temas seleccionados para su estudio no tenían muchas veces que ver absolutamente nada con las actividades de grupo: por ejemplo, la verificación de cálculos matemáticos. Los investigadores no distinguían las actividades apropiadas para el individuo de las recomendadas para el grupo. En consecuencia, las conclusiones a que llegaba la investigación no valían nada.

Durante los últimos veinte años se ha observado un concentrado esfuerzo por realizar investigaciones productivas sobre el comportamiento de grupo, que empieza a producir frutos óptimos. Kurt Lewin y sus estudiantes iniciaron este trabajo en el decenio de 1930 al plantearse a sí mismos unas cuantas preguntas científicas de importancia: ¿Qué comportamiento se produce en los grupos orientados hacia actividades mutuas y en qué se distingue (si es que descuella) del que se observa en otras situaciones? ¿Hay diferentes fuerzas operantes en las situaciones de grupo que le sean exclusivas? Si las hay ¿Cuáles son sus consecuencias?.
Con estos orígenes se ha ido abriendo después un ancho campo de investigaciones que ha dado como fruto un conjunto impresionante de conocimientos. Lewis llamó a este campo “dinámica” de la física.

Ocurre frecuentemente que, cuando al explorar un nuevo campo de estudio, se encuentran hechos que contradicen a convicciones profunda y emocionalmente arraigadas desde hace mucho tiempo, es blanco de animadversión y hostilidad. La tremenda polvareda que levantó el estudio de Darwin sobre la evolución de las especies hoy se ha apaciguado y este campo de investigaciones nos parece legítimo y científicamente respetable. La joven generación quizá no logre fácilmente comprender lo intenso de la hostilidad que provocaron hace medio siglo las nuevas doctrinas de Darwin. Pero algunos recordamos el juicio de Scopes en Tennessee, que llenó páginas y páginas enteras de los periódicos durante algún tiempo. El sicoanálisis de Freud fue recibido con una hostilidad que todavía no ha desaparecido totalmente. Pues bien, el campo de la dinámica de grupo se ha encontrado ante dificultades parecidas.
Era natural que se aplicasen sus ideas en expansión a situaciones prácticas, al descubrir los primeros investigadores que algunas características de esfuerzo de grupo diferenciaban esta forma de actividad humana de las demás. Empezaron a preguntarse qué podía hacer la gente para ser más eficaz al formar grupos. El irse ensanchando este campo de aplicaciones, hubo naturalmente quienes exageraron sus excelencias y otros que se pusieron inmediatamente al lado de los investigadores para explotar sus conclusiones en beneficio económico propio. Finalmente, se despertó una fuerte animosidad por parte de quienes temían que tanta insistencia en la conducta de grupo podía acabar con su poder.

La dinámica de grupo fue motejada y vilipendiada.

Las sugerencias serán bien recibidas y atendidas, con la premura que requiera la importancia de las mismas, contactando a través del correo electrónico: carmona.apc@gmail.com

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