Antonio Pérez Carmona
HISTORIA VERDADERA DE ANDALUCÍA
De los mitos históricos de A. Schulten a la realidad
ARQUEOLÓGICA ACTUAL TARTÉSICA
Partió Schulten del principio tomado de las fuentes, de que Tarteso era el gran
emporio de Occidente, fundado por los tirsenos, lidios de Asia Menor, en el
1200 a. C., situado en la desembocadura del Guadalquivir, cuya gran ciudad o
«polis» se llamó Tursa o Turta, transformada en la Tarsis de los fenicios y en el
Tartessos de los griegos, capital de un gran imperio estatal tartésico, extendido
por toda la Iberia meridional, dotado de una pujante economía agropecuaria,
metalúrgica, industrial y comercial y de una alta cultura intelectual.
Junto a la ciudad tartesia de Tursa, hacia el 1100 a. C., los fenicios, según él,
fundaron Gádir en busca de plata y estaño. En el 860 a. C., los fenicios de
Tarsis fueron suplantados por los griegos focenses, quienes fundaron dos
factorías, Mainake en la desembocadura del río Vélez (Torre del Mar) y Portus
Menesthei en la del Guadalete (Puerto de Santa María) (A. Schulten, 1939,
1945). Vencidos los focenses por los cartagineses en el 535 a. C., éstos se
apoderaron de Tarteso, cuya ciudad fue destruida en 520-509 a. C. Esta visión
histórica de Tarteso fue captada por Schulten, según su preparación histórico-
filológica, siguiendo las fuentes y especialmente Avieno y a través de una
actividad arqueológica, muy poco depurada, concentrada en el Coto de Doñana
y en Torre del Mar.
En el Coto de Doñana, donde situaba el emplazamiento de la ciudad de
Tarteso, eligió para sus excavaciones el Cerro del Trigo, donde descubrió un
poblado romano del S. III-IV p. C. (fig. 1) (G. Bonsor, 1928-29).
La actuación de Schulten en la localización y estudio de la colonia focense de
Mainake en Torre del Mar fue no menos vana, habiendo creído su
emplazamiento en el Cerro del Peñón, el poblado tartesio de Mainoba o
Mainóbora en el Cerro del Mar y la isla con el templo de Noctiluca en la vega, al
oeste y junto al río Vélez. En 1964 inicié un programa de excavaciones con H.
Schubart y H. G. Niemeyer en la desembocadura del río Vélez (H. Schubart, H.
G. Niemeyer y M. Pellicer, 1969), un año después de haber yo excavado y
publicado la necrópolis fenicia Laurita de Almuñécar (1963). Con este proyecto
el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid pretendía contrastar las teorías de
Schulten,
Que resultaron ser relativamente falsas. Los tres directores nos dividimos los
trabajos, de manera que Schubart excavó Los Toscanos, H. G. Niemeyer el
Cerro del Mar y yo el Cerro del Peñón (M. Pellicer, 1969) (fig.3). Las tres
estratigrafías realizadas demostraron que los Toscanos, no conocido por
Schulten, era una colonia puramente fenicia, sin mixtificación focense ni
tartesia, y el núcleo del extenso y complejo yacimiento del río Vélez, fue
fundado hacia el 740 a. C. y abandonado hacia el 500. El Cerro del Mar, donde
Schulten había excavado someramente, era la necrópolis arcaica de
incineración de la colonia, infrapuesta a un poblado ibero-romano. En el Cerro
del Peñón, donde Schulten creyó haber descubierto la Mainake focense, yo
realicé cinco cortes estratigráficos, que demostraron la existencia de un
aledaño fenicio estratégico de los Toscanos, iniciado hacia el 700 a. C., medio
siglo después del núcleo principal de la colonia, con perduraciones parciales en
época púnica y medieval árabe. El corte que realicé en lo que Schulten
denominaba la Puerta de Mainake demostró que se trataba de una cantera de
época árabe medieval.
En nuestras prospecciones, buscando el templo de Noctiluca de
Avieno, señalado por Schulten, localizamos unas ruinas, correspondientes a
una torre vigía o un faro, al parecer, del S. XVI.
En la «Reunión sobre Tartessos» celebrada en Huelva en 1980
(Hueva Arq. VI, 1983) se planteó el problema de los límites culturales y
cronológicos de Tarteso, esgrimiéndose dos tendencias, una propugnada por
Schubart y otra por mí. La tesis de Schubart defendía que no puede
denominarse tartesia a la fase del bronce final anterior a la colonización fenicia,
a la fecha del 770 a. C. o mediados del S. VIII, dada por la fundación de las
colonias excavadas y concretamente por las de Morro de Mezquitilla y
Toscanos. Mi punto de vista propugnaba que, cuando los fenicios fundan sus
colonias, el suroeste ibérico estaba habitado por unas poblaciones del bronce
final, que, según las fuentes griegas, eran tartesios o eran así llamados antes,
durante y después de la presencia permanente fenicia. Se trataba de un
problema puramente nominalista, relativo a una cultura del bronce final pura y
posteriormente orientalizada.
Al tratar de la colonización de Cádiz y Huelva, no puede prescindirse del
valioso relato de Estrabón (Geogr. III, 5,5) sobre la fundación de Gádir, según
el cual, los fenicios, enviados por un oráculo a fundar colonias en las Columnas
de Herakles, junto al mítico y opulento Tartessos, se detuvieron primeramente
en un punto donde se levanta la ciudad de los exitanos (Almuñécar). Allí, al
ofrecer un sacrificio sin que las víctimas fueran propicias,
Regresaron a su patria. Posteriormente atravesaron el Estrecho hasta una isla
consagrada a Herakles, junto a Onoba (Huelva) y, habiendo sacrificado a los
dioses, nuevamente las víctimas fueron adversas, por lo que regresaron de
nuevo. En la tercera expedición fundaron Gadeira (Cádiz), levantando un
santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en la parte occidental
Las excavaciones de Cádiz, desordenadas hasta hace un cuarto de siglo, no
habían entregado evidencias anteriores al S. VI a. C., excepto algunas piezas
sin contexto y de cronologías dudosas (A. García Bellido, 1948; A. Blanco,
1985) (fig. 5). Las necrópolis de incineración recientemente excavadas no
remontan el S. VI a. C. (L. Perdigones y otros, 1990). Algunas cerámicas
fenicias procedentes de excavaciones de urgencia, confundidas, sin limpiar e
inéditas, que yo examiné, apuntan al S. VIII-VII a. C.
El «Proyecto Costa» ejecutado por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y
por la Universidad de Bremen en la bahía de Cádiz con sondeos mecánicos,
obtuvo muestras cerámicas fechables en el S. VIII y IX a. C. (Arteaga y otros,
2001; O. Arteaga y A. M. Roos, 2002), pero las últimas excavaciones
convencionales, efectuadas en el barrio de la Catedral y Puerto Chico (G.
Frutos y V. Muñoz, 2004) y el corte estratigráfico junto a la Torre de Tavira (I.
Córdoba y D. Ruiz 2005) han detectado ya niveles del S. VIII y IX a. C., y es
probable que se alcancen fechas anteriores.
Manuel Pellicer Catalán Universidad de Sevilla
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