Autor: Antonio Pérez Carmona
Los puntos fuertes que permiten triunfar al fundador de una nueva empresa, pueden convertirse en fatales defectos cuando crece. Aunque la continuidad es deseable, no es frecuente que un mismo líder sea el más adecuado en todas las fases de desarrollo de una compañía.
Muchos proyectos empresariales de éxito están personificados por sus fundadores. Basta pensar en Bill Gates con Microsoft, Richard Branson con Virgen o Michael Dell con Dell Computers. La lista sigue y sigue. Aunque ya no son empresas nacientes, éstas surgieron de la nada y acabaron alcanzando tamaños formidables con su fundador a la cabeza. Es necesario un fuerte liderazgo para la supervivencia de una compañía recién creada, y es quizá el elemento más importante para el crecimiento del nuevo negocio.
¿Por qué es tan importante el liderazgo en un proyecto de creación de empresa? La respuesta está en las palabras de Thomas Edison: “El genio es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración”: En pocas palabras, las nuevas empresas las construyen sus fundadores; sus líderes las levantan para el éxito o, involuntariamente, para el fracaso. Las cualidades o deficiencias del negocio suelen ser consecuencia de las acciones u omisiones de sus altos ejecutivos. Esto parece evidente –y es quizá la norma en las empresas que conocemos y amamos-, pero hay que considerar que sólo estudiamos las compañías y líderes que ya han triunfado.
Por supuesto, las firmas ya asentadas también se benefician de un fuerte liderazgo. En que las necesidades de liderazgo de las compañías jóvenes suelen evolucionar a medida que el negocio crece. Sin embargo, mantener el mismo líder a lo largo de las fases de crecimiento es ventajoso porque contribuye a mantener un sentido de continuidad cultural.
La evolución de los proyectos empresariales puede dividirse en cuatro periodos distintos, cada uno de los cuales representa diferentes problemas de liderazgo. Idealmente, un único líder podría lograr una ejecución casi perfecta en las cuatro fases, pero rara vez sucede. De ahí el dilema: los cambiantes requisitos de liderazgo coexisten con la necesidad de una continuidad en el liderazgo y, sin embargo, suele estar en oposición los unos con los otros la mayoría de las veces. Es fácil para un emprendedor malinterpretar los augurios y permanecer demasiado tiempo o, por el contrario, irse demasiado pronto.
Sin pretender hacer un análisis científico sobre el arte de emprender, me gusta pensar en el desarrollo de las nuevas empresas en términos de cuatro fases de liderazgo: la del visionario, seguida por la fase de construcción, la del conseguidor y la del consolidador.
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