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Antonio Pérez Carmona

El Rincón del Formador: El Ambiente de la Relación

Autor: Antonio Pérez Carmona

Son muchas y muy sutiles las manifestaciones activas de la actividad de la gerencia que crean el “clima” sicológico de la relación, como suele denominarse. Durante la etapa de niñez, período caracterizado por una relación de extraordinaria dependencia, todos adquirimos un elevado nivel de perspicacia para comprender los aspectos de la conducta de nuestros padres, que nos decía cuándo iba todo bien en la relación. Hasta los más tiernos pequeñuelos son extraordinariamente sensibles a expresiones sin duda inconscientes de las actitudes de aceptación o rechazo de sus padres. Se comprende que sea así por la extraordinaria dependencia de la infancia y de los primeros años de la niñez. En el sentido sicológico se ventila la supervivencia.

Desde luego que la dependencia del subordinado es mucho menos en la relación de empleo, pero con todo y eso sigue siendo verdad que su capacidad de realizar los fines personales está considerablemente afectada por las actitudes de sus superiores. Hará uso contante de su intuición para percibir el clima de relación al formular juicios sobre las oportunidades de lograr sus objetivos. El ambiente es más importante que el tipo de autoridad o el “estilo” personal del superior. Puede ser autocrático o democrático, efusivo y expresivo, frío e introvertido, fácil o duro de tratar, pero estas características personales tienen menos valor que las actitudes profundas a que reaccionan sus subordinados.

El supervisor de una pequeña empresa manufacturera era el prototipo del “feroz capataz” como jefe. Soltaba interjecciones a sus hombres, los llevaba derechos como una vela, les imponía una disciplina rigurosa, se conducía como un Napoleón. Era la desesperación del grupo administrativo que desarrollaba un programa de preparación para supervisores de relaciones públicas. Sin embargo, por extraño que parezca sus subordinados parecían tenerlo en gran estima. Decían: “Perro ladrador poco mordedor”. Tanto el entusiasmo como la productividad eran factores elevados en su departamento.

Al estudiar su caso se descubrieron detalles importantes. Tenía fama de ser honrado y noble, de tratar a sus hombres con escrupulosa equidad. A pesar de su brusquedad superficial se interesaba sincera y profundamente por sus subordinados. Cuando pasaban por algún apuro -lo mismo si se trataba de algo tan sencillo como proporcionarles unos cuantos euros, que de algún problema familiar- los ayudaba con la mayor naturalidad, sin producirles la impresión de que les hacía un gran favor.

Pero lo más importante era que, como todos sabían, estaba siempre dispuesto a dar la cara por sus hombres en cuanto se enteraba de que algún jefe superior no había atendido una petición justificada. Sus subordinados comentaban admirados cómo en dos ocasiones durante un período de diez años se presentó violentamente en la oficina del jefe principal para exigir que se alterase una decisión en que no salían bien parados “sus muchachos”. Al no escuchársele en uno de estos casos presentó en el acto la dimisión, se puso el abrigo y se marchó. El jefe lo siguió hasta fuera de las puertas y terminó por ceder.

Aunque es posible que este hombre dejase algo que desear de conformidad con las ideas corrientes de la administración moderna, logra que sus subordinados le tomasen confianza y tuviesen fe constante en él. Su actitud ejecutiva se mantuvo tan lejos del autoritarismo como de la tolerancia, el paternalismo, el “estira y afloja” y todos los demás estilos de jefatura para crear una seguridad profunda y emocionalmente satisfactoria de que siempre se comportaba con justicia.

Las sugerencias serán bien recibidas y atendidas, con la premura que requiera la importancia de las mismas, contactando a través del correo electrónico: carmona.apc@gmail.com

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