Autor: Antonio Pérez Carmona
Grupos eficientes e ineficientes
Adoptando un punto de vista sensato y más o menos objetivo sobre la inmensa legión de pruebas que la investigación ha aportado sobre la conducta de grupo, se ven claras unas cuantas cosas. En primer lugar, no hay mañas misteriosas y secretas que permitan al “entendido” manejar los grupos en beneficio propio. Pueden ser utilizados con malas intenciones los conocimientos adquiridos sobre esto, como sobre cualquier campo de la ciencia; pero los peligros de su abuso son considerablemente menores que, por ejemplo, en el campo de la física atómica. En realidad, una de las contribuciones principales de la investigación sobre el comportamiento de grupo ha sido mostrar cómo el abuso y explotación de su teoría suele ser contraproducente.
En segundo lugar, pese a las alharacas de unos cuantos “convertidos”, este campo científico no es un culto. Tiene su jerga lexicológica pero, en comparación con el vocabulario que ha ido desarrollándose en el campo de los proyectiles dirigidos en los últimos veinte años, esto es nada.
En tercer lugar, los grupos pueden ser sumamente eficaces para adoptar decisiones y resolver problemas. Todos los argumentos con que se ha querido demostrar que “solo el individuo” puede ser responsable, tomar decisiones o innovar son mera palabrería. El que muchos grupos y hasta la mayoría no hagan nada de esto bien, sólo se prueba de que no conocemos a la perfección el comportamiento de grupo ni hemos adquirido la habilidad suficiente para operar con ellos.
Las cuestiones fundamentales que están estudiando los investigadores serios de esta especialidad, sin incurrir en extremismos exagerados, son las siguientes: ¿Cuáles son las fuerzas que operan exclusivamente en las situaciones de un grupo pequeño? ¿Cómo operan y cómo puede aplicarse su conocimiento a la mejoría del funcionamiento de los grupos? He aquí un esfuerzo que vale la pena.
Vamos a dejar a un lado de momento nuestros perjuicios a favor o en contra de la actividad de grupo y estudiemos a la luz del sentido común y de la cordura algunos factores característicos de un grupo que funciona bien y con eficiencia. De cuando en cuando nos encontramos con un equipo verdaderamente bueno de altos ejecutivos, o con una serie de reuniones o comités de personal administrativo que producen resultados excelentes. ¿Qué es lo que distingue a estos grupos de otros menos eficaces?
1. La “atmósfera” que puede percibirse a los pocos minutos de observación suele ser informal, cómoda y libre de tensiones.
No las hay o no se advierte. Es un ambiente de trabajo que envuelve y estimula a la gente. No hay indicios de aburrimiento.
2. Hay muchas discusiones, en las que toman parte casi todos, pero siempre dentro de la tarea que desarrolla el grupo. Si las discusiones se salen del tema alguien las hará volver a su punto de partida al momento.
3. La tarea u objetivos del grupo es bien comprendida y aceptada por los miembros. Se discutirá libremente el objetivo en algún momento, hasta que quede formulado de tal manera que todos los miembros puedan dedicarse a su realización.
4. Los miembros deben escucharse recíprocamente. La discusión no salta de un tema a otro que no tenga relación con él. Hay que escuchar todas las ideas. La gente no parece temer al ridículo por exponer un pensamiento original, aunque parezca bastante exagerado.
5. Hay desacuerdos. Al grupo no le molesta esto ni muestra señales de tener que evitar un conflicto ni de procurar que todo se deslice en un ambiente de excesiva amabilidad. Los desacuerdos no son suprimidos ni eliminados por una acción prematura del grupo. Se estudian las razones con todo cuidado y el grupo procura resolver las diferencias o conciliarlas, más bien que dominar al que disienta.
Por otra parte, no hay “tiranía de una minoría”. Los disidentes no parecen querer dominar al grupo ni manifiestan hostilidad. Su disentimiento es expresión de una auténtica diferencia de criterio, y quieren que se les escuche para arbitrar una solución.
A veces hay divergencias fundamentales que no pueden conciliarse. El grupo puede tolerarlas, pero no permite que dificulten o anulen sus esfuerzos. En algunos casos se aplaza el asunto para que pueda ser estudiado detenidamente por los miembros. En otras ocasiones, en que no pueden conciliarse las diferencias y es preciso tomar una resolución se adopta, pero con la salvedad explícita de que la acción a emprender puede ser objeto de reconsideración.
6. La mayor parte de las decisiones se toman por cierto tipo de unanimidad, donde se pone en claro que todos están de acuerdo en general y prestos a seguir adelante. Sin embargo, los individuos que se oponen no suelen guardarse su disentimiento, con lo cual la unanimidad aparente vendría a disimular una verdadera disidencia. La votación propiamente dicha apenas se emplea; el grupo no acepta una mayoría simple como base.
7. Las críticas son frecuentes, francas y más o menos sin tensiones ni molestias para nadie. Hay pocos indicios de ataques personales, ni directos ni indirectos. Las críticas tienden a ser constructivas porque sólo se orientan a la eliminación de un obstáculo que afecta al grupo y le impide realizar lo que se propone.
8. Todos pueden expresar libremente sus sentimientos e ideas, tanto sobre el problema que se discuta como sobre el funcionamiento del grupo.
9. Cuando se emprende una acción se confían claramente las misiones o los encargos a que haya lugar y son aceptadas.
10. El presidente del grupo no se impone ni, por el contrario, el grupo le obedece con servilismo. En realidad al observar su actividad se ve claramente que la autoridad cambia de cuando en cuando, según dicten las circunstancias. Los distintos miembros, de conformidad con su saber y experiencia, pueden ser utilizados según cambien las cosas, como “recursos” del grupo. Los miembros se valen de ellos de esta manera y mientras están siendo utilizados para el fin se desempeñan funciones de autoridad.
Apenas hay indicios de lucha alguna por el poder en las actividades del grupo. No interesa quién manda, sino cómo puede lograse el objetivo deseado.
11. El grupo tiene perfecta conciencia de sus actividades. Con frecuencia se detiene a examinar cómo lo está haciendo o que obstáculos están dificultando su funcionamiento. El problema puede ser de procedimiento, o acaso ocurra también que el comportamiento de un individuo está entorpeciendo la realización de los objetivos del grupo. Sea lo que fuere, se discute abiertamente hasta que se encuentra la solución adecuada.
Éstas y otras características suelen observarse por lo general en el grupo que desarrolla una tarea afectiva. Cada una de ellas constituye una importante forma de manejar las fuerzas que residen en todo grupo. Se requiere un volumen considerable de sensibilidad, comprensión y habilidad por parte de todos los miembros -no sólo por parte del jefe- para formar un conjunto como éste.
He tenido el privilegio de ser miembro de un comité de Dirección, integrado por seis u ocho individuos, expertos en programas de adiestramiento varias veces. En cada una de ellas recibí la repetida impresión de la demostración de una acción efectiva de grupo cuando estos colegas se reúnen para organizar el programa.
De ordinario se designa un día para este objeto. La tarea está clara pero siempre existe la expectación de que el programa contenga algunas innovaciones, quizá de importancia, que no sólo lo modifiquen, sino lo perfeccionen por encima de cuanto se ha hecho hasta entonces. Nadie sabe en qué van a consistir ni cómo van a desarrollarse, pero el grupo tiene fe en que sus recursos humanos realicen una labor genuinamente creadora. Rara vez resulta fallida esta confianza.
Además de la elaboración del programa, hay docenas de decisiones que tomar, muchas tareas necesarias de responsabilidades y actividades concretas que imponer y muchos intereses y deseos individuales que integrar con los objetivos del programa. Surgen conflictos que a veces cuesta mucho trabajo apaciguar por su vehemencia. Estos colegas son individualistas y ninguno está dispuesto a dejar que asfixien su individualidad. Sin embargo, la dedicación a las finalidades comunes se traduce en auténtico autocontrol.
La tarea se realiza con pasmosa eficiencia sin perjuicio de que haya muchas bromas y buen humor. Las “funciones de conservación” de grupo se realizan según vaya experimentándose la necesidad de ella. Hay un director general, pero la autoridad puede desplazarse por distintas personas del grupo, según las circunstancias lo dicten. Todos participan activamente pero ninguno se impone al grupo. No he visto una sola vez que se proceda a votar como no sea por broma. Todas las decisiones son unánimes.
Y, sobre todo, cada uno de estos grupos tiene una composición diferente. Algunos individuos han trabajado ya antes juntos, pero siempre hay varios nuevos miembros. A los pocos minutos de abrirse la reunión todos se han identificado tanto con el grupo como si hubieses pertenecido a él desde hace años.
Constituye una experiencia verdaderamente interesante y hasta divertida tomar parte en esa actividad. Yo casi siempre me retiro deseando que algunos de los buenos amigos que tengo en los negocios y que ven con recelo a los grupos pudieran haber sido testigos de la reunión.
Ahora echemos una ojeada al extremo contrario. Vamos a estudiar un grupo de vida pobre, caracterizado por su ineficiencia referente para llevar a cabo sus objetivos.
Las sugerencias serán bien recibidas y atendidas, con la premura que requiera la importancia de las mismas, contactando a través del correo electrónico: carmona.apc@gmail.com
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